Érase
una vez, alguien corría, alguien corría diciendo tan rápido como podía ‘Me tengo que ir… me
tengo que ir’. Érase una vez, nos separamos, tienes en tus
manos las dos mitades de mi
corazón. Érase una vez, ardíamos, todo lo que parecíamos hacer es pelear una vez tras otra, tras otra. Érase
una vez, en el mismo lado, el mismo día. Y ¿por qué tuviste que irte y
arrojarlo todo a mi
fama?
Pude haber sido una princesa y tú un rey, pude haber tenido un castillo y usado un
anillo pero no, me dejaste ir… ¡Y robaste
mi estrella!
Porque me
heriste, realmente me heriste...