Es tan raro pensar en lo tan buenos que
éramos juntos, lo tanto que nos complementábamos a pesar de todo. Fue como una
película cortada por la mitad a partir del nudo, como si no nos gustara lo que estábamos
viendo y por eso dejamos que lo que teníamos se haya ido por la borda para
jamás retomarlo. Nuestra historia era y aún sería hermosa para contar y
sentirnos orgullosos de ella. A pesar de no podernos imaginar como más que una
muy buena amistad incluso en ese momento, sé lo buenos que éramos y también
somos el uno para el otro porque sé que nuestra magia no terminó. Vos seguís queriéndome
y yo a vos, seguimos teniendo el mismo recuerdo de cada uno y por eso la última
vez que nos vimos nos sentimos como si nada hubiera cambiado, como si esos
cuatro cumpleaños que llevamos sin saludarnos parecieran uno a duras penas,
aunque nuestros caminos hayan tomado direcciones diferentes. Nadie me hizo ni me
hace sentir como vos, a nadie le avergonzaba menos que a vos hacer lo que su corazón
le dictaba o defender lo que una amistad tan fuerte como la nuestra valía; si
querías hablarme lo hacías aunque implique poner letras al azar porque saludar
no hacía falta, y casualmente no eras el único con esas ganas, porque para ese
entonces yo tenía abierta la ventana de tu chat hace minutos.
Es el día de hoy que no me arrepiento
de nada de lo que tengo (o no) ni de lo que pasó, pero a veces, más de una vez
por día, siento que me encantaría saber que te tengo ahí, contarte las cosas
buenas y malas que me suceden día a día y que vos me las cuentes a mí. Ojalá algún
día el destino nos reúna porque somos lo suficiente cobardes para no afrontar
la realidad y hacer cosas que ni yo estaría segura.