La clásica
de las películas: “siempre fuiste tú”. Quizás, pero no. Estamos demasiado bien
así. Prefiero mil veces ser el personaje recurrente para siempre antes que el
protagónico por un rato. Película es en la que vivo o pretendo vivir desde
chica, con lo bueno y lo malo, e invento involuntariamente partes para hacerla
más entretenida, supongo.
¿Esto es amor?
No sé, ni quiero diferenciarlo. Al mismo tiempo, muy dentro mío, espero que
todos empiecen a creer lo que yo, que lo consideren posible y que deseen que
suceda, para negar y evitarlo. Podría ser tarde ya, a pesar de que yo no lo
haya decidido.
Siempre
pensé “¿qué pasaría si…?”, pero jamás lo consideré como algo realmente posible.
Y pasó, de una manera que no imaginé. No lo vi venir. Admito que fue el mejor
escenario que pudimos haber tenido, listo para fingir que no sucedió y pasar
página rápidamente, o como una prueba más de nuestra confianza. A mí también me
gustaría creer eso, de hecho casi lo creo, hasta que recurro a los testimonios
y confieso que estoy (un poquito) orgullosa de que mis reflejos habituales no
se hayan presentado en ese momento.
Solo quiero
aclarar que mis sentimientos no cambiaron, siguen igual de vacilantes que
siempre. Pensé que iban a poder tomarse un descanso después de las vacaciones.
Seguirán vacilando hasta que se los lleve la corriente.