28 diciembre, 2015

L'amour (I don't belong to anyone)

Me caracterizo por continuamente evadir toda muestra de afecto superior a la amistad, porque ese es el único tipo de amor –además del familiar– que puedo tolerar. Las parejitas de hoy no hacen más que quitarme las ganas de ser como ellas; todas las emociones elevadas a la enésima potencia: euforia, tristeza, amor, cursilería, sobre todo DEPENDENCIA es mucho más de lo que puedo dar y aceptar recibir.
“¿Qué sentido tiene depender de una persona?” “¿Por qué no podemos ser libres y fabricar nuestra propia felicidad?” “¿Por qué debemos depositar nuestra confianza en alguien más que no seamos nosotros?” Son todas preguntas sin respuesta coherente en las que baso mi soltería, si así quieren llamarla. 
¿Qué pasa si algún día esa persona se cansa de vos pero a vos no te pasa lo mismo? Se van a separar, alguno va a quedar con el corazón roto y ese es uno de los sentimientos que nunca quisiera experimentar. Tantos buenos momentos con un pésimo recuerdo no valen la pena.
Estar de novios con una persona lo único que puede darte es más problemas que soluciones, empezando por la responsabilidad: de verse, de regalarse cosas, de acordarse cada fecha “importante”, de saber qué le gusta al otro, de compartir una vida… No quiero compartir mi vida con nadie que pueda llegar a romperme el corazón. Tampoco quiero someter a un hombre –que cualquiera puede saber que no están hechos para eso– a que haga todo lo que espero (me lea la mente) porque obviamente no voy a ser la excepción aunque lo desee, lo reconozco. Si “no nos prestan atención”, “dan su vida por nosotras” y por supuesto que es lo que menos podría soportar, un hombre que se humilla por una persona que no lo requiere. 
No nos olvidemos de la gran expectativa que se tiene sobre la otra persona por lo que sea que vaya a hacer, que si no es así se nos cae el mundo abajo.
Sin embargo, ¿creen que no me pasa eso que a ustedes les pasa de sentir que necesitan a alguien en ese sentido? Claro que me pasa, pero ya no tanto cuando pienso en las consecuencias; a veces mi subconsciente minita me juega una mala pasada. No creo que alguien me sepa valorar como merezco, y a la misma vez creo que nadie me merece, tanto en lo bueno como lo malo.