Tardé menos de
lo que pensaba, y tal vez de lo que quería.
Hace cuatro
años, en un libro me encontré con “el beneficio de la duda” y a decir verdad,
poco sabía y sobre todo poco entendía de él. Desde que descubrí su verdadero
significado, supe reconocerlo, amarlo y convertirlo en un estilo de vida, en
ocasiones.
No sé si fue
no haberlo visto durante cuatro horas seguidas el día que correspondía o qué,
pero si bien esperaba con ansias que ayer llegara y no me pasó desapercibido
cuando lo vi, algo sucedió cuando atravesé la puerta de esa aula. Aunque me
haya vuelto estúpida como siempre, los síntomas fueron disminuyendo; tanto que
me encontré revisando la actividad de los que sigo en Instagram, buscando la
suya, y no entendí porqué lo estaba haciendo. Es la rutina, la costumbre que ya
había adquirido producto de la obsesión, no quedaba nada más que eso.
A partir de
hoy dejé de buscarlo, voy a dejar que todo fluya y que el tiempo me muestre si
vale la pena o no. Muchos dirán que no debería esperar que me llueva del cielo, que busque
y luche por lo que quiero, pero una vez más no sé lo que quiero. Bah, sí, capaz
sí sé. Quiero quedarme con el beneficio de la duda, sin tomar
ningún riesgo simplemente porque no penetra lo más profundo de mi ser, porque
no siento que la recompensa sea la gran cosa, no creo pensar que es una buena
idea durante un tiempo lógico.