La
mayor parte de mis acciones, por no decir todas, se basan en primero
cuestionarme si me gustaría que me hagan lo que considero hacer.
Dudo lo bien que esté eso en parámetros generales, pero está lo
bastante bien para mí.
Cada
vez que conozco a alguien que me atrae siento que tengo ese único
disparo para caerle bien, para generar un impacto como primera
impresión y, en el caso de no lograrlo, al menos lograr agradarle.
Al mismo tiempo, me parece un poco forzado hacerlo, por lo tanto
espero que el destino me sorprenda... dejándome (muy) servida la
situación.
Tal
vez no es que no quiera dirigirle la palabra por timidez o cualquier
otra excusa, tal vez una parte de mí sabe que si eso sucede va a
abrir una puerta difícil de fingir que no se abrió. Dialogar sería
romper una barrera sin sentido, porque no va a pasar nada más.
Mientras menos interacción haya (idealmente de ambas partes, pero de
momento solo puedo evitar la de su parte), más fácil será
olvidarlo, considerando que el plazo mínimo fuera corto.