01 septiembre, 2018

Siempre me pasa lo mismo, esta vez me pasa de todo.
No reconozco un problema hasta que me asfixia.
Hoy es un día especial, en el que todos casualmente se conectaron, potenciándose.
No sé si podría adjudicarle la responsabilidad a un factor externo porque soy yo la que se siente así y nada momentáneamente puede modificarlo.
El concepto de amor no es lo mejor que me está rodeando últimamente.
Lo más semejante al amor para mí no creo que se parezca demasiado al verdadero significado.
Se me rompió el cosito de tomarme las cosas con calma y ni siquiera tengo ganas de llorar.

Está bueno ver que querés una persona es feliz (o no), pero tarde o temprano cuesta ver cuando lo es sin vos, cuando ya no te necesita, para nada. No necesito a nadie que me diga mis virtudes porque yo más que nadie las conozco, y no basta. No bastan cinco minutos de silencio, cinco de discusión y un minuto de ofendimiento y retiro. La vida no es eso. La vida es enfrentar el problema cuando se quiere, no evitarlo. No llenar el vacío con alguien más que conocés hace poco tiempo a comparación de una persona que acompañaste toda su vida, a la que le compartías todo. No ignorar tu historia y taparla con una nueva etapa para lo bueno y esconderse bajo la imperfección humana para lo malo. No ser egoísta y creer que uno es impermeable a los problemas.
No está bueno que personas que querés mucho compliquen lo incomplicable, justifiquen lo injustificable y te hagan sentir mal con tan poco.
Siento que todo lo que tuve hasta hace poco, de lo cual no podía quejarme (y si lo hacía era problema mío) ahora sí, mucho.

También siento que parte es un espejo de lo que doy, pero no puedo dar más. No puedo ignorar todo lo que pasa.