25 septiembre, 2018

Ya sufriste cosas mejores que estas

Es difícil mantener la templanza en algunas situaciones, yo tengo la fortuna de lograrlo. Parcialmente.
Está en mí, me pertenece, es intransferible. Aunque a veces me gustaría poder compartirle un poco a los que no tienen la misma facilidad que yo.
La frialdad que manejo me ayuda y puede parecer que soy a prueba de balas, pero no es así. La intolerancia cotidiana despista y la negación de lo malo hace que lo neutralice y pretenda que jamás haya existido.
Me gusta aparentar que nada pasa o que no es para tanto (porque así es), que queda en cuatro paredes, que no se manifiesta todo el tiempo, pero que de vez en cuando sale a la luz y nos encandila, nos agobia.
Ahí están mis amigos, quienes me dan esa sensación de que nada pasa, de que, como no tienen porqué saber(lo), pueden tratarme igual sin entrar en detalles, sin contemplar ninguna idea extra de lo que ocurre puertas adentro. Con ellos siento que todo está bien o que no todo está mal, que todo está “como siempre”, normal. Son mi lugar a salvo, donde nadie me cuestiona y olvido todos los problemas que de alguna forma u otra repercuten en mi vida.
Estoy convencida de que si nos viera de afuera, quisiera ser parte de nuestro grupo. Definitivamente.
No me va a alcanzar la vida para agradecer su existencia y permanencia.
Brindo por ellos, para siempre.