Cuando era
chica, escuché muchas veces que los ancianos son sabios y que los padres de uno
son nuestros ídolos, tanto que me parecía casi una obligación pensarlo también,
aunque me costaba creerlo y me culpaba por eso. Suponía y supongo que la rara
era y soy yo, porque no puedo compartir esas teorías. A medida que pasa el
tiempo solo puedo afirmar cada vez más que los ancianos y los padres no dejan
de ser personas con aciertos y equivocaciones, y tener esos títulos no los
convierte en seres superiores a uno, ni a sus pensamientos en verdades
irrefutables.
Cuando crecés, te das cuenta de que nada es lo que parecía.
Ya no sabés si te cambiaron la realidad o simplemente abriste los ojos, o si te
criaron con un pensamiento que con el correr del tiempo les dejó de importar
pero a vos no. Esa crianza pierde sustento cuando ves que no es mantenida en el
tiempo y es demasiado tarde para querer adquirir una propia dado que en ningún
momento la consideraste tan errada.