03 febrero, 2019

The darkness, the deepness, all the things that make me who I am

Me ves muy tranquila en mi burbuja segura de frialdad, materialidad y desapego emocional, pero a veces es difícil convivir con la idea que requirió que fuera así. Cuando era muy chica era la típica nena que gustaba de un nene nuevo cada semana o cada día, pero de a poco mi selección se hizo más selectiva. Debo confesar que tampoco fue porque sí. Aunque seguramente hubo algo dentro de mí más allá de la experiencia, esta fue la que me marcó y espantó del mundo masculino.
En ese entonces iba a primaria y mi mejor amiga me extorsionaba para que haga cosas a su antojo y si no lo hacía, me amenazaba con contarles a los diferentes chicos que me gustaban lo que me pasaba con ellos. Podía haberle salido al menos una mal, pero la reacción de cada uno de ellos siempre fue la misma: mirarme desde su banco, a lo lejos, como si estuvieran viendo a un ser muy desagradable mientras que hasta ese momento nuestra relación de amistad había sido pura risa y diversión.
Con el correr del tiempo aprendí a guardar mis sentimientos y no contárselos a nadie para no darles semejante poder a tal punto de directamente suprimirlos.
Progresivamente comenzaron a volver, teniendo muy en claro que ninguno iría a verme distinto a los que en su momento me miraron después de enterarse que me gustaban. Nunca un sentimiento demasiado profundo, de todas formas.
En el último año de primaria, tuve el flechazo lo más parecido al amor sin que nadie lo sepa, jugándola de callada. Esta vez tenía que salir bien. Pero no sucedió. Me le declaré por mensajería en línea y no sentía lo mismo. Sin embargo, me ayudó a entender algunas cosas. Gracias a él, conocí una banda que hasta el día sigo escuchando y aprendí mucho sobre los hombres. También me gustó la sensación de “amar” a alguien.
En segundo año de secundaria, conocí la obsesión que me acompaña hasta el día de hoy, pero jamás tan intensa. Lo vi por primera vez en septiembre, aunque haya ido desde los 3 años al mismo colegio. Anotaba en una agenda lo que hacía en cada recreo o momento en el que lo veía. Llegué a hacer cosas que todavía sostengo con normalidad y cuando egresó me costó superarlo, 3 años siendo exacta.
El resto es historia, el punto es que el papel de cold heartless bitch siempre encajó conmigo a la perfección. Eso no me molesta, sí saber que tengo razón. Suena raro, pero a veces no me agrada tenerla. Es impresionante la cantidad de falta de amor que veo últimamente. Estaría bueno que de vez en cuando me demuestren lo contrario. Los hombres son todo lo que está mal, eso es un hecho (lamentable).
Mujeres, apiadémonos de nosotras.