12 noviembre, 2018

Bendita la casualidad que tiene un plan secreto

Parece mentira que el destino haya sorteado las cartas así. Y sí, fue el destino. Ya se van a enterar por qué.
Aunque podría decirse que ambos tuvieron el mismo efecto en mí al mismo tiempo porque los conocí el mismo día en el mismo lugar en el mismo momento, primero el primero. Primero el que más me gustó, el predecible, el perfil acorde al patrón de los anteriores, el que vi más seguido. Siempre fue la primera opción. ¿De qué? No lo sé, pero gracias a él pude saber que el segundo es, justamente, su mejor amigo.
No viene al caso cómo lo supe, pero así es, y la parte más graciosa es que no parece, para nada.
Son el agua y el aceite, el perro y el gato (já! Qué ironía), el bien y el mal (las apariencias engañan), para no entrar en detalles. Lo cierto es que ambos me gustan, no por igual, pero me vi obligada a ceder.
Cuando los conocí, di por hecho que, cual ley de la vida, al menos uno tenía que tener novia. Esa fue la bendición que le di para que dé el primer paso y hoy están hace más de un mes juntos, pero me consta que la historia viene de antes.
El segundo terminó siendo todo lo que está mal y bien simultáneamente, porque ahora abarca ambos polos y, aunque no lo sepa, me complica la existencia.
Justifico la manera en que se dieron las cosas pensando que no por nada le hablé borracha al incorrecto sabiendo que estaba en otra y que lo único que atiné a hacer con respecto al otro fue gritarle a mi amiga y decirle que no le hable. O sea, ¿por qué pensé tan poco hablarle a uno y con el otro no pude hacer lo mismo? Soy consciente de que estoy dejando mucho libre al azar.